jueves, 1 de noviembre de 2018

11 de Noviembre: 100 años de la recuperación de la Independencia de la República de Polonia




Este año estamos de celebración, ya que se cumplen 100 años de la recuperación de la independencia polaca tras los nefastos 123 años en que el país estuvo repartido entre sus poderosos vecinos. Sin embargo, el camino a la libertad no fue fácil, tuviendo que zafarse primero del yugo ruso, alemán y austro-húngaro, para heredar un territorio empobrecido y destrozado por la I Guerra Mundial. En cualquier caso, los polacos supieron reponerse y construir la II República Polaca, un estado que sólo será derribado por la brutal invasión alemana de 1939.

La independencia polaca ocurrió en el contexto del final de la I Guerra Mundial. A pesar de los intentos de rusos y alemanes por domeñar y terminar con la cultura polaca, los polacos siguieron manteniendo viva la llama de la esperanza de una futura independencia. El único territorio donde el polaco podía hablarse y enseñarse en libertad era en Galitzia, el territorio polaco bajo dominio austriaco cuya capital era Cracovia, que durante la era de los Repartos siguió siendo el faro de las tradiciones polacas.

El estallido de la I Guerra Mundial obligará a que los jóvenes polacos se enrolen en tres ejércitos enfrentados entre sí: por un lado, los imperios centrales, Alemania y Austria-Hungría, y por el otro Rusia, aliada de Francia y Gran Bretaña (La Entente). La sangrienta derrota de Verdún de 1916 animó a los monarcas de los imperios centrales a anunciar la creación de un estado polaco independiente, el reino de Polonia, a fin de congraciarse con sus súbditos polacos y que se enrolasen en masa. Paralelamente a esto, Piłsudski había organizado un cuerpo de soldados polacos, los legionarios, que lucharon del lado Austro-Húngaro contra los rusos.

El Acta del 5 de noviembre de 1916 anunciaba la creación de un Consejo Provisional del Reino de Polonia, que se reunió por primera vez el 14 de enero de 1917. El 12 de septiembre los alemanes otorgaron una suerte de constitución, llamada Patente, que autorizaba la creación de un parlamento bicameral. A la espera de que se nombrase un rey para Polonia, se creó un Consejo de Regencia a cuyo frente se puso a Kakowski, arzobispo de Varsovia, el Príncipe Lubomirski, antiguo alcalde de Varsovia, y Ostrowski, un rico terrateniente. Pese a todo, el gobierno polaco apenas tenía funciones, estando la mayor parte de la administración en manos de los alemanes. Así, el reino no era más que un estado títere, muy reducido en extensión y siempre supeditado a los intereses germanos.

Entretanto, la situación de los legionarios polacos que luchaban del lado de los imperios centrales cambió dramáticamente en julio de 1917, cuando Alemania y Austro-Hungría quisieron forzarles a jurar obediencia al futuro rey de Polonia -que no se sabía aún quién podía ser, aunque lo más probable es que fuese un príncipe alemán- y a mantener su alianza con los imperios centrales. La negativa de Piłsudski a realizar el juramento supuso su arresto, siendo encarcelado en Magdeburgo; una suerte parecida sufrieron los soldados que siguieron su ejemplo, siendo encarcelados o degradados. En realidad, el veterano mariscal pretendía cambiar de lado, posicionándose a favor de la Entente al ver que la guerra se inclinaba del lado aliado.

El colapso del frente ruso, acelerado por la toma del poder por los bolcheviques en octubre de 1917, supuso la firma del tratado de paz de Brest-Litovsk entre Rusia y Alemania. Una de las exigencias que los alemanes pusieron sobre la mesa fue la entrega de los territorios polacos bajo soberanía rusa, algo que los bolcheviques aceptaron dada la prisa que tenían por abandonar el conflicto mundial para centrarse en derrotar a sus enemigos internos. Los alemanes proyectaba anexionar la Polonia rusa a su nuevo estado títere.


Sin embargo, la derrota alemana tras la campaña de Primavera de 1918 aceleró los acontecimientos. Como consecuencia de las negociaciones del armisticio, una exhausta Alemania acepta los 14 puntos de Wilson, entre los que estaba incluida la creación de un estado polaco independiente. Así, el 6 de octubre de 1919 se entrega la administración a funcionarios polacos, y el 23 de octubre se deja el territorio en manos del control militar polaco, en teoría dirigido por el Consejo de Regencia.

Aprovechando el vacío de poder dejado por la marcha de los alemanes,  Ignacy Daszyński, un político socialista, proclama en Lublin la República Popular Temporal Polaca, renegando de la autoridad del Consejo de Regencia y programando una agenda de gobierno socialista. Sin embargo, Piłsudski, puesto en libertad en Magdeburgo, vuelve a Varsovia el 11 de noviembre, tomando el poder. Su autoridad fue reconocida por el gobierno de Lublin y por el propio Consejo de Regencia, que se disolvió el 14 de noviembre. Así nacía la II República Polaca.

Dado que no hubo una declaración de independencia como tal, se considera la fecha del 11 de noviembre como la del nacimiento de la moderna Polonia. Las fronteras del país, empero, se mantenían indefinidas: la II República quería recuperar los antiguos límites de Polonia antes de las Particiones, pero ello suponía enfrentarse a prácticamente todos sus vecinos. Aunque de por sí este hecho merecería un artículo en el blog, mencionaremos brevemente la expansión territorial polaca:

Con Lituania, Polonia competía por la ciudad de Vilna (Wilno, en polaco), que conseguirá en 1922, ganándose la enemistad de su vecino báltico del norte.
Con Ucrania -y posteriormente la URSS-, se disputaba la región de Lwów (Lviv), poblada mayoritariamente por polacos, quienes ven en ella uno de sus más antiguos centros culturales, pero que estaba rodeada por aldeas ucranianas.
Tras la derrota de Rusia en la Guerra Polaco-Soviética de 1919-1921 Polonia se anexionó la región de Kresy, principalmente habitada por bielorrusos y ucranianos.
Con Alemania los límites tampoco estaban claros. Tras siglos de contacto, existían regiones donde polacos y germanos vivían mezclados. Sin embargo, los principales focos de tensión se hallaban en el sur de Prusia Oriental, que tras un plebiscito se anexionó a Alemania, y en la rica e industrializada Alta Silesia, que se dividió, quedando Gliwice (Gleiwitz) y su área circundante en manos alemanas, mientras Katowice se concedió a Polonia.
Por último, también surgieron tensiones con Checoslovaquia por la ciudad de Cieszyn y la comarca de Zaolzie, que sería dividida entre ambos países en 1920.

La nueva Polonia no era un estado étnicamente homogéneo. El censo de 1921 muestra que el 69% de los 25.694.700 personas que habitaban el país eran polacos (17.789.287); el 15%, ucranianos (llamados rutenos en el censo, 3.898.428); el tercer grupo más numeroso eran los judíos (8%, 2.048.878); seguidos de lejos por los bielorrusos (4%, 1.035.693) y alemanes (3%, 769.392). Por lo tanto, casi uno de cada tres habitantes de la República no era polaco, dato que contrasta con la actualidad, en que el 96% de la población se identifica como étnicamente polaca. En este contexto, la convivencia entre el gobierno nacional, en manos de polacos, y las minorías étnicas no fue un camino de rosas, ya que éstas acusaban al ejecutivo de discriminarles y forzar una polonización a fin de homogeneizar el país. El nacionalismo ucraniano era especialmente fuerte en la región sudoriental, ansiando independizarse de Polonia, y algo similar sucedía con las minorías alemanas, muy importantes en las zonas de frontera y el Corredor Polaco que unía el país con el Báltico.

La nueva República Polaca era un país pobre que heredaba un territorio arrasado por la guerra. Para colmo, hasta las redes de ferrocarril no resultaban prácticas para el nuevo estado: existían tres anchuras de vías, tantas como los imperios que las habían construido, y las redes estaban pensadas para comunicar los territorios ocupados polacos con Moscú, Berlín o Viena.

En términos económicos, la zona occidental, coincidente con los territorios antaño ocupados por el Imperio Alemán, estaba mucho más desarrollada que la zona oriental, contraste que aún hoy en día persiste: de hecho, el oeste es conocido como la Polonia A, mientras el este sería la Polonia B, estando el límite en el Vístula. La región oeste contaba con más población, más tejido industrial y una malla de transporte mucho más densa que la depauperada Kresy.

Para solucionar los problemas, la II República puso en marcha una serie de ambiciosos proyectos de desarrollo. En primer lugar, se construyó el puerto y la nueva ciudad de Gdynia, dado que Gdansk era un territorio independiente de Polonia, lo que hacía necesario dotar al país de un puerto en el Báltico. En segundo lugar, se ejecutó una línea de ferrocarril que conectaba Gdynia con el centro industrial de Katowice. Y, por último, se desarrolló un interesante plan de industrialización del centro-sur del país, la Región Industrial Central (Centralny Okręg Przemysłowy), que no llegó a completarse del todo.

Pese a todas las cuestiones y complicaciones, la II República Polaca logró salir adelante y durar más de 20 años, superando las expectativas de los más agoreros. El nuevo estado polaco, con problemas similares a los que padecieron otros muchos países europeos, logró ser, por fin, el digno hogar soñado por los polacos tras 123 años sin libertad.

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